EGUZKILOREA
LEYENDAS DE EUSKAL HERRIA
Toti Martínez de Lezea
Hace miles y miles de años, cuando los seres humanos comenzaron a poblar la Tierra, no existían ni el Sol ni la Luna. Hombres y mujeres vivían en constante oscuridad, asustados por los numerosos genios que salían de las entrañas de la Tierra en forma de toros de fuego, caballos voladores o enormes dragones.
Los seres humanos, desesperados, decidieron pedir ayuda a la Tierra.
- Amalur, Madre Tierra -le rogaron-, te pedimos que nos protejas de los peligros que nos acechan.
La Tierra estaba muy atareada y no hizo caso a los seres humanos, pero tanto insistieron que al final les atendió.
- Hijos míos, -les dijo-, me pedís que os ayude, y eso voy a hacer. Crearé un ser luminoso al que llamaréis Luna.
Y la Tierra creó la Luna.
Al comienzo, los seres humanos se asustaron mucho y permanecieron en sus cuevas sin atreverse a salir, pero pronto se acostumbraron a su luz.
Al igual que los seres humanos, los genios y las brujas se habían atemorizado al ver aquel objeto luminoso en el Cielo, pero también se acostumbraron, y no tardaron en salir de las simas y acosar de nuevo a los humanos.
Acudieron una vez más los seres humanos a la Tierra.
- Amalur -le dijeron-, te estamos muy agradecidos porque nos has dado a la madre Luna, pero aún necesitamos algo más poderoso, puesto que los genios no dejan de perseguirnos.
- De acuerdo -respondió la Tierra-, crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Sol. El Sol será el día y la Luna, la noche.
Y la Tierra creó el Sol.
Era tan grande, luminoso y caliente que los hombres tuvieron que acostumbrarse a él poco a poco, pero su gozo fue muy grande porque gracias a su calor y a su luz crecieron las plantas y los árboles.
Sin embargo, los genios y las brujas no pudieron acostumbrarse a la gran claridad del día, y entonces sólo pudieron salir de noche.
Otra vez fueron los seres humanos a ver a la Tierra.
- Amalur -le dijeron-, te estamos muy agradecidos porque nos has dado a la madre Luna y a la madre Sol, pero aún necesitamos algo más, porque aunque durante el día no tenemos problemas, al llegar la noche los genios salen de sus simas y nos acosan.
Nuevamente, la Tierra escuchó sus súplicas.
- Está bien. Voy a ayudaros una vez más, pero ésta será la última. Crearé para vosotros una flor tan hermosa que, al verla, los seres de la noche creerán que es el propio Sol y os dejarán tranquilos.
Y la Tierra creó la Flor del Sol, eguzkilora, que hasta nuestros días defiende las casas de los malos espíritus, los brujos, las lamias, los genios de la enfermedad, la tempestad y el rayo.