domingo, 30 de junio de 2013

Fragmento de "Felicidad perfecta" de Katherine Mansfield


Aunque Bertha Young tenía treinta años, todavía experimentaba momentos como éste en los que quería correr en vez de andar, subir y bajar la acera dando unos pasos de baile, hacer rodar un aro, lanzar algo al aire y cogerlo después, o estarse quieta y reírse de... nada, sencillamente de nada.
¿Qué puedes hacer cuando tienes treinta años y al doblar la esquina de tu calle, de pronto te invade un sentimiento de felicidad -¡como si estuvieras en la gloria!- como si de repente te hubieras tragado un trozo de ese sol brillante del atardecer y siguiera ardiendo en tu pecho, enviando una lluvia de chispas hacia cada partícula, hacia cada dedo de tus manos y de tus pies?...
Pero ¿no habrá forma de expresar este sentimiento sin estar "borracha y alborotada"?
¡Qué idiota es la civilización! ¿Para qué te dan un cuerpo si luego tienes que encerrarlo en una caja como si fuera un violín muy, muy valioso?

No hay comentarios:

Publicar un comentario